Convertirse en Budista

Convertirse en Budista

Venerable Madawela Punnaji Maha Thera

Practicar Buddhismo y ser un Buddhista son dos cosas diferentes. Puede que no seas un Buddhista pero aún así puedes practicar Buddhismo. Por otra parte, puede que seas un Buddhista pero no practicar Buddhismo. Muy distinto a ambos, practicar y ser, es convertirse en Buddhista.

En un extremo están los Occidentales que experimentan con la práctica Buddhista, pero no se vuelven Buddhistas. Se pierden el beneficio completo de la práctica. En el otro extremo están los Orientales, nacidos en países Buddhistas y criados en culturas Buddhistas, que se llaman a sí mismos Buddhistas, pero no practican Buddhismo. Obtienen muy poco beneficio, si es que alguno, del Buddhismo. Hay un tercer grupo intermedio de personas, sin embargo, que evita ambos extremos; esto es, aquellos que se convierten en Buddhistas. Ellos son los que se benefician realmente de la enseñanza del Buddha.

Aquellos que se llaman a sí mismos Buddhistas solo porque han nacido en una familia Buddhista o porque practican algunos rituales, están equivocados. Uno no se convierte en Buddhista por nacimiento, por práctica, o incluso por iniciación. Uno se convierte en Buddhista por lo que uno es. Los Buddhistas de nacimiento tanto como los no-Buddhistas, practicantes de Buddhismo u otros, pueden convertirse en Buddhistas si quieren y saben cómo. Para hacerlo, uno debe entender lo que uno es.

Estructura del Carácter

Lo que uno es, es su “estructura del carácter”, que consiste en su filosofía de vida, hacia donde uno apunta, lo que uno habla habitualmente, lo que uno hace habitualmente, y cómo vive su vida habitualmente. Los hábitos son tendencias de conducta que son perpetuadas por la práctica; Práctica significa repetición. Lo que uno repite habitualmente, en eso uno se convierte. Uno repite, sin embargo, sólo lo que uno quiere ser. Uno es lo que uno desea ser. Lo que uno desea ser depende del sentido de los valores de uno, que a su vez depende de la filosofía de vida.

El carácter de un individuo es un todo funcional que está organizado para alcanzar una meta propuesta. Cada hábito de pensamiento, habla, y acción es una parte integral de este todo funcional, necesario para alcanzar esta meta.

La meta, sin embargo, es siempre una personalidad. Es algún sí mismo que uno desea ser. Para ser más preciso, la meta es una imagen visualizada de la persona que uno quiere llegar a ser.

Esta persona que uno quiere llegar a ser es siempre una persona que uno considera superior de alguna forma. Uno siempre quiere moverse de un estado de inferioridad a un estado de superioridad de alguna forma. La propia meta tiende a ser lo que uno percibe que falta en uno. Lo que se percibe como superior depende del sentido de valores de uno. Estos valores, nuevamente, dependen de la filosofía de vida.

Si queremos cambiar nuestros hábitos, solamente podemos hacerlo convirtiéndonos en una persona diferente: mediante un renacer – lo que significa que tenemos que cambiar nuestra filosofía de vida. Debemos cambiar nuestra meta en la vida, a lo que le seguirá una reorganización completa de nuestro pensamiento, habla, acción, y vida  para así alcanzar una meta distinta. Esto significa, que tendremos una nueva forma de pensar, una nueva forma de sentir y una nueva forma de hablar, actuar, y vivir. Entonces los viejos hábitos serán desechados y nuevos hábitos serán formados. Los hábitos aislados no pueden ser eliminados debido a que son partes esenciales de la propia estructura del carácter organizada para alcanzar una meta deseada. Es sólo mediante una transformación del carácter que uno puede cambiar los propios hábitos. Esta es la razón por los incontables fracasos en los intentos de superar hábitos como el comer, beber, fumar, etc.

Estructura del Carácter Buddhista

Muchos de los conceptos anteriores son aceptados por los sicólogos modernos, especialmente los Adlerianos y Conductistas y en la psico-cibernética moderna. Pero más de veinticinco siglos atrás, el Insuperable Entrenador de la Personalidad (anuttaro purisadamma sarati),  el Buddha, el Despierto, formuló un sistema de transformación del carácter basado en estos principios. Cuando uno examina este sistema con cuidado, uno se da cuenta que el Buddhismo es un sistema de crecimiento personal y transformación interior. Este sistema se llama la Sublime Vía Óctuple.

La Sublime Vía Óctuple (comúnmente traducida como el Noble Camino Óctuple)  es expuesta a continuación:

1. Perspectiva Armoniosa
2. Aspiración Armoniosa
3. Habla Armoniosa
4. Acción Armoniosa
5. Estilo de Vida Armonioso
6. Práctica Armoniosa
7. Atención Armoniosa
8. Equilibrio Armonioso

Esta Sublime Vía Óctuple no es un set de mandamientos o reglas de vida como algunos puede que la describan. Es una descripción de la estructura del carácter de un verdadero Buddhista. Uno debe adquirir esta estructura de carácter para convertirse en Buddhista.

Un cambio en el carácter es rara vez un cambio repentino, aunque a veces puede parecer serlo. Luego de un largo período de esfuerzo por comprender la perspectiva armoniosa puede uno comenzar a comprender que las piezas del rompecabezas de repente calzan en su lugar. Cuando la perspectiva armoniosa aparece, el resto de la estructura toma lugar. La vida del individuo se reorienta y reorganiza para alcanzar la muy especial meta de calma interna llamada Nibbana.

Conflictos Internos y Externos

La Perspectiva Armoniosa es la perspectiva que no crea conflicto alguno dentro o fuera. Conflicto dentro es el conflicto entre nuestros impulsos emocionales (asava) y nuestro sentido de bien y mal asociado con miedo y vergüenza (hiri-ottappa).  Conflicto fuera es el conflicto entre nuestros impulsos y la realidad externa, física y social.

Estos impulsos emocionales son básicamente de dos tipos: aquellos que buscan placer (lobha) y aquellos que evitan el dolor (dhosa). Estos dos tipos de impulsos emocionales representan los aspectos positivo y negativo de la búsqueda del placer (kama-sukhallikanu-yoga). Estos impulsos emocionales son además ciegos y nos ciegan a la realidad (moha). Estos tres nos conducen hacia la meta del placer y de buscar satisfacción inmediata.

Si las emociones buscadoras de placer son poderosas, uno puede convertirse incluso en un criminal. Si, por otra parte, el propio miedo y vergüenza se vuelven poderosos uno tiene a inhibirse y a negarse el placer a través de una vida ascética (atta-kilamatanu-yoga). Si uno no puede resolver el conflicto de una forma o la otra, puede volverse neurótico o sicótico, arrancando de la realidad hacia un mundo de fantasía.

El conflicto fuera ocurre cuando la búsqueda de placer entra en conflicto con otras personas o el entorno físico mismo. No podemos siempre tener placer y no podemos siempre evitar el dolor. A veces nuestro regocijo en el placer puede herir a otros. A menudo las cosas no ocurren como queremos. Nuestros impulsos son ciegos y nuestra razón entra en conflicto con nuestros impulsos. El conflicto entre los impulsos y el entorno externo crea frustración, ansiedad, e infelicidad.

La búsqueda de placer también resulta en posesividad o personalización; nos agrada adueñarnos de nuestros placeres y hacerlos permanentes. Por medio de adueñarse o personalizar, construimos y expandimos un ‘sí mismo’ y ‘personalidad’ o ‘ego’. Esta personalización está además acompañada por un deseo por la existencia permanente de lo que llamamos ‘mi mismo’ o ‘mío’. Nos gusta que lo que personalizamos no envejezca  o muera. La juventud es placentera para nosotros, mientras que la vejez es implacentera. La salud es placentera para nosotros, mientras que la enfermedad es implacentera. La vida es placentera para nosotros, mientras que la muerte es implacentera. Separarse de lo placentero y encontrar lo implacentero es frustrante. No ser capaz de mantener las cosas como queremos es una frustración. La causa de este sufrimiento es sin dudas el ansia o impulsos emocionales irrealistas que llevan a la personalización.

Es claro que el impulso ciego es el culpable. Es este impulso ciego el que choca con nuestro sentido de la bondad y con nuestra razón y realidad externa. Sólo obteniendo control sobre estos impulsos es que este conflicto puede ser resuelto. Algún método ha de encontrarse para obtener control sobre este impulso sin crear sufrimiento en el proceso.

El Valor de la Calma

Este importantísimo método fue descubierto por el Buddha hace veinticinco siglos. Este método intenta unificar la personalidad reorganizándola para alcanzar una meta armoniosa que no entre en conflicto con la realidad. Esto es, buscar una meta nueva y especial – la meta de la calma interior (ajjhatta santi). Para lograr la calma interior, uno debe darse cuenta de que la calma es bondad, felicidad, y realismo.

Debe notarse que la excitación emocional, que se acompaña de tensión, no es un estado de confort o placer. Solo la liberación de tensión, o el estado de relajación, es lo  placentero. Satisfacer el deseo es placentero solamente debido a la liberación de tensión. La presencia de deseo, por otra parte, es implacentera porque se acompaña de tensión. Es por el deshacerse de esta incomodidad de la tensión, y obtener el confort de la relajación que buscamos la satisfacción de los deseos. Al obtener calma y relajación interior, la meta de experimentar placer y felicidad es lograda sin experimentar tensión antes.

La calma es además la vía a la bondad. El impulso emocional que entra en conflicto con la sociedad y los buenos principios es maldad. La calma de estos impulsos es, por lo tanto, bondad. Esto significa que el propósito de nuestro sentido de bondad es también logrado buscando la calma. Debido a que el impulso emocional entra en conflicto con la realidad, entonces la calma nos pone en armonía con la realidad. El propósito de nuestro pensamiento racional es estar en armonía con la realidad. La armonía con la realidad externa, así como la armonía con nuestra razón, es lograda a través de la cultivación de la calma interna.

De esta manera, la personalidad completa es llevada a la armonía interna y exteriormente por medio de la búsqueda de la calma. Comprender el problema de la vida y la existencia y la importancia de buscar calma, es obtener la perspectiva armoniosa. Cuando esta perspectiva especial es obtenida, se adquiere el sentido de valores correcto. Esto le da una nueva dirección a la vida. Entonces nuestra vida es reorganizada para alcanzar una meta diferente. De esta manera toma lugar una transformación de la personalidad; el carácter del individuo cambia; y la salud mental y felicidad es lograda.

El propósito del Buddhismo es transformar la personalidad de esta manera. Esta transformación es además un proceso de crecimiento. Es por eso que el Buddhismo es también una técnica de crecimiento. El crecimiento toma lugar en cuatro etapas: devoción (saddha), disciplina (sila), desapego (caga), y despersonalización (panna). Cuando hablamos de la práctica del Buddhismo, es necesario hablar de estas etapas de crecimiento. Cada individuo practica a su propio nivel.

Cuando uno ha adquirido la perspectiva armoniosa, uno tiene saddha. Saddha representa nuestro sentido de valores. Es la apreciación por la calma, que es bondad, felicidad, y realismo.

Apreciar es valorar, estimar, mantener en alta consideración o considerar superior. Cuando uno aprecia la calma, uno aprecia al Buddha, al Despierto; al Dhamma, la Experiencia del Despierto, y la Sangha, la Sociedad de seguidores del Despierto. Esta tríada (Buddha, Dhamma, Sangha) se llama la “Triple Joya” (ratanattaya),  porque una joya es símbolo de valor. Los Buddhistas consideran esta tríada como lo más grandioso en el mundo. Le llaman también el “Triple Refugio” (tisarana)  porque es el refugio del Buddhista en este mundo de sufrimiento.

Prácticas Devocionales Buddhistas

Las prácticas devocionales en Buddhismo son ejercicios que desarrollan el aprecio (saddha). Los Buddhistas no oran al Buddha sino veneran al Buddha. La oración es adoración, confesión, súplica o agradecimiento. Venerar, por otra parte, es mostrar gran respeto, reverencia, o admiración; es estimar altamente o tener en gran consideración. Para los Buddhistas, es reconocer la grandeza o superioridad del Buddha. Esta veneración es un ejercicio psicológico para desarrollar saddha (aprecio), el sentido de valores Buddhista que da nueva dirección a la vida.

La veneración Buddhista no es, como algunas personas pueden pensar, un ritual sin significado practicado por individuos poco-intelectuales. Puede convertirse en eso, sin embargo, si se hace sin entender. El propósito de la veneración Buddhista es ponerse en marcha hacia la dirección correcta. Es una reorientación. Es un tipo de meditación o un ejercicio psicológico. La idea es que nos movemos en la dirección de lo que consideramos superior y que vale la pena. La veneración nos recuerda el sentido de valores Buddhista – nos convertimos en lo que veneramos.

La veneración Buddhista consiste en reverencias, ofrendas, recitaciones, meditaciones en silencio, compartir méritos, y aspiración, cada una de las cuales tiene un muy importante significado psicológico y propósito.

La reverencia es una práctica importante que pone al iniciado en la dirección correcta. Es el reconocimiento de la grandeza del Buddha y la admisión de la propia insuficiencia en comparación al Buddha. Es decir, en efecto, “Lord Buddha, reconozco tu grandeza en comparación a mi.” Esto es hacerse humilde ante el Buddha. Hace al individuo conciente de su posición en la escala del progreso evolutivo. La reverencia, o postración, es una admisión conciente de la propia inferioridad ante la posición superior del Buddha. Cultiva un sentimiento de humildad saludable, muy diferente a un mórbido complejo de inferioridad.

Este reconocimiento de la propia insuficiencia incentiva a uno hacia un estado superior. Los buddhistas no se ven a sí mismos como pecadores y desamparados cobardes ante un ser superior, todo poderoso, y supernatural que nunca puede ser igualado por nadie. Creen que todos pueden alcanzar el estado de perfección alcanzado por el Buddha. Este ejercicio de reverencia es sólo un método de programación de la mente para alcanzar la meta de la perfección. Nos recuerda nuestra meta y la necesidad de perseguirla. Nos ayuda a visualizar la meta con respeto y aprecio. La teoría de la psico-cibernética moderna, que compara la mente humana con una máquina automática busca-metas, es una descripción muy precisa de cómo funciona la práctica Buddhista. La veneración Buddhista es una forma de veneración a un héroe. Si veneramos a aquellos que consideramos que son héroes, gradualmente nos volvemos como ellos; si veneramos (respetamos y admiramos) criminales, nos volvemos criminales; si veneramos santos, por otro lado, tendemos a volvernos santos. El principio básico es que nos convertimos en lo que veneramos. Nos convertimos en el ideal que veneramos. Los Buddhistas no son veneradores de un ídolo, sino veneradores de un ideal.

La reverencia es la expresión física de saddha, el estado mental de aprecio reverencial por el Buddha. Fue William James quien dijo, “La acción parece seguir al sentimiento, pero en realidad acción y sentimiento van juntos; y regulando la acción, que está bajo el control más directo de la voluntad, podemos regular indirectamente el sentimiento, que no lo está.” Si entendemos este principio psicológico, entendemos cómo la reverencia puede ayudar a cultivar saddha en nuestro interior. Por medio del acto exterior de saddha en la reverencia, producimos el sentimiento de saddha en nuestro interior. Este saddha es lo que inicia el movimiento hacia nuestra meta.

Todas las otras partes de la veneración, tal como las ofrendas, recitaciones y meditación, ayudan a cultivar saddha: La ofrenda de luz, que simboliza sabiduría, es una forma de honorar la iluminación del Buddha. La ofrenda de incienso, que simboliza virtud, es el honor de las virtudes del Buddha. Las flores representan los placeres del mundo, que son pasajeros, su ofrenda representa el sacrificio de la mundanalidad a favor de la paz interna del Nibbana.

Ofrecer alimento simboliza nuestra gratitud al Buddha por darnos sus enseñanzas, aún cuando lo que damos no vale ni una milésima parte de lo que el Buddha nos dio.

Cuando nuestras vidas han sido reorientadas a través de la cultivación de saddha o el aprecio reverencial de la meta de la perfección de la naturaleza humana, nuestra habla, acción y estilo de vida se alinean con esta meta y nuestra vida comienza a moverse en dirección a esta meta. Cuando esto ocurre, nos hemos convertido en Buddhistas. Ahora vemos, cuán importante es cultivar saddha.

El Uso de Imágenes

Para posicionar el uso de imágenes en la veneración Buddhista en su apropiada perspectiva, debemos reconocer que las personas usan imágenes en sus vidas todo el tiempo, a veces para su desventaja, pero a menudo para su gran ventaja. Incluso aquellos que creen que pueden arreglárselas sin imágenes no pueden evitar ser influenciadas por ellas.

Es muy natural para los seres humanos de todas las culturas usar imágenes de varios tipos. ¿Por qué se construyen grandes monumentos nacionales y estatuas? ¿Por qué la gente paga miles de dólares por pinturas y esculturas? ¿Por qué la gente compra cámaras? Si las imágenes no tuvieran valor alguno, ¿sería la industria de las cámaras tan próspera hoy en día? Los chinos dicen, “Una imagen vale diez mil palabras.” Los publicistas modernos conocen este principio muy bien y lo usan a su ventaja. Los Buddhistas usan imágenes Buddhistas a su ventaja también.

Los Buddhistas no son tan ingenuos como para creer que las estatuas tienen vida en ellas. Sólo las usan como símbolos. Usan la imagen del Buddha solo como una representación externa de una imagen mental interna. La imagen externa realza la imagen mental interna y la sensación asociada a ello. Las estatuas son un tipo de lenguaje no verbal, como la música, usada para expresar ciertas ideas. Puede ser valioso recordar que usamos símbolos verbales todo el tiempo cuando hablamos, escribimos e incluso pensamos.

Conducta Armoniosa

Cuando uno se convierte en un Buddhista, el cambio en el habla, acción y estilo de vida se llama sila. Sila no es meramente auto-restricción o disciplina. No se necesita disciplina una vez que nuestra dirección en la vida ha sido cambiada. Vamos entonces en esa dirección porque queremos ir. Disciplina y restricción serían necesarias para detenernos de ir en esa dirección o para cambiar nuestros hábitos de conducta. Incluso esto no sería exitoso a menos que cambiáramos nuestra dirección nuevamente.

Un cambio de conducta impuesto en uno por un agente externo se llama silabbata-paramasa en Buddhismo. Este término Pali es comúnmente mal-traducido como “ritos y  rituales”. Sin embargo, sila significa “conducta”; bata significa “voto”: y parama significa “tomar como algo externo” (parato arnasati). Entonces silabbata-paramasa debiese ser traducido realmente como “conducta que es impuesta sobre uno”, no como “ritos y rituales”. Si consideramos el nueva conducta como algo impuesto en nosotros desde afuera, y no como algo que es el resultado natural de nuestro cambio de perspectiva, sería silabbata-paramasa. Algunos ejemplos de esto serían: tratar de dejar de fumar porque las circunstancias nos obligan a hacerlo, o porque el doctor dijo que debe hacerse; tratar de seguir mandamientos o preceptos por miedo al castigo de un Dios airado, o porque el Buddha dijo; o no beber alcohol porque el gobierno ha emitido una ley de prohibición. Este cambio de conducta impuesto externamente no es la meta de los Buddhistas.

Un Buddhista cree que todos los seres son básicamente buenos. “La mente, oh discípulos, es naturalmente pura. Se contamina debido a impurezas foráneas”. Un Buddhista iluminado nunca se consideraría a si mismo un “pecador”, produciendo así una mala auto-imagen, que le prevendría de buscar la pureza. En vez, se imaginaría a si mismo como una persona inherentemente buena y calmada que podría a veces temporalmente perder su equilibrio.

La buena conducta es algo positivo; no es meramente un refreno de la mala conducta. Significa interesarse en los demás. Es la habilidad de considerar a los demás tan importantes como a sí mismo. Es ser capaz de compartir cosas con otros y cuidar de otros. Es tratar a los otros como una madre trataría a su amado hijo. Es incluir a otros en el propio interés, sin excluir a ningún individuo porque él o ella sean “malos”. Es ser capaz de perdonar las faltas de los demás. Es ser capaz de tratar a todos por igual.

La buena conducta, en Buddhismo, está basada en un buen estado de mente. Por lo tanto es necesario cultivar una mente buena, que es una mente calmada. Así es como la meditación se hace presente en Buddhismo. Meditación se convierte en una cosa natural cuando tu mente está orientada hacia la meta de la calma. La calma no es opuesta al interés por los demás. Es la mente calmada la que puede interesarse en los demás. La mente que no está en calma está auto-absorta y no es capaz de interesarse en los demás. El amor no-centrado-en-sí-mismo no es excitación emocional, como algunos piensan que es. Todas las emociones son centradas en el sí mismo. La no-auto-centricidad no puede por lo tanto ser una emoción. Puede solo ser vista como un estado de calma. Es por esto que la cultivación de la calma en meditación no puede convertir a una persona en apática. La calma puede solo resultar en empatía, la habilidad de entrar en los sentimientos de otra persona como si fuesen los propios. Eso es lo que hace buena a una persona.

La calma no es solo preocupación no-auto-céntrica por otros, es además desapego. El apego es auto-céntrico, y es una emoción. Este apego es lo que muchas personas llaman amor. Este tipo de amor desaparece con la calma, pero no es algo de lo que haya que preocuparse. El apego es, de hecho, lo que previene el amor no-auto-céntrico. Si nos apegamos a una persona o cosa, tendemos a ser protectores y posesivos, y así nos volvemos antagonistas hacia otros. Por lo tanto, el desapego y la no-auto-centricidad van juntos. Para desarrollar el amor no-auto-céntrico, debemos renunciar al egoísmo y el apego. Este es el significado de la renuncia en Buddhismo.

La renuncia y la preocupación no-auto-céntrica por otros traen consigo felicidad. La infelicidad se debe a la preocupación por sí mismo y las propias necesidades. Renunciando a las preocupaciones auto-céntricas, uno se vuelve feliz. Esta calma e inestabilidad de la mente es lo que se llama samadhi (equilibrio mental).

Despersonalización

La etapa final en el desarrollo del camino del Buddhismo es la despersonalización. Esto es cuando somos capaces de renunciar a lo que ha sido personalizado al ver que no hay nada que podamos llamar ‘nuestro’. Cuando vemos que todo es inestable (anicca), productor-de-ansiedad (dukkha), e impersonal (anatta), somos libres de todo sufrimiento. Esto es porque no hay posesiones o “sí mismo” por el cual preocuparse. Esta despersonalización es lo que hace a un individuo completamente no-auto-céntrico. Cuando esto ocurre uno puede incluso encarar la muerte sin ansiedad. Esta completa libertad de la ansiedad es el propósito del Buddhismo.